LAS MOMIAS DE GUANAJUATO
Qué mejor ocasión de hablarles de la visita al museo más sórdido que he visitado en mi vida, que en La Noche de Walpurgis, Víspera de todos los Santos, Halloween o cómo ustedes estén acostumbrados a llamarla.
Estar en la preciosa y colorista ciudad de Guanajuato y no darse un garbeo por su macabro museo, es, para los freaks, como ir a París y no honrar la tumba de Jim Morrison. Por poner un ejemplo.
Llegar al Museo de las Momias es relativamente fácil: Esperas en la plaza principal un Pesero (Bus) que lleve el cartelito de "Momias". Veinte minutos de empinados cerros y ya estás en la explanada del museo-tanatorio.
La entrada es cara (60 pesos) si la comparamos con el resto de museos mexicanos y con la calidad/cantidad que estos ofrecen.
Y encima el anexo Salón del Culto a la Muerte* no está incluido en el precio. Pagas aparte. Y para más inri, el carnet falso de crítico de arte que siempre me saca de apuros, dejó anodinamente impertérrito al güey de la taquilla.
Al final de un largo pasillo, en una estancia previa, una exposición fotográfica explica la tradición de retratar a los niños muertos en un afán de eternizar su breve paso por el mundo. Terrible.
Lo que encontramos dentro, son una serie de galerías y pequeñas salas, mal iluminadas y peor ventiladas, en las que se exhiben las vitrinas con las momias.
Polvorientas y ajadas, se muestran al público con la intención de aterrorizarle, de mostrar el horror y la agonia de la muerte. Y a la vez exhibirla cruda (en este caso tendríamos que decir "en conserva") y real. Transmitiendo un claro mensaje: "Ahora te ves bien, pero mira como acabarás". Como la muerte misma.
Los resabiados guías (insistentes en el hecho de que ellos no reciben ningún sueldo por su divulgadora labor y solo viven de las amables contribuciones de los turistas), conocedores del percal, cuentan escabrosas e inverosímiles historias de como fenecieron los estáticos protagonistas de la exposición permanente.
La explicación a este extraño fenomeno de momificación natural reside en la composición del rojizo y árido terreno, la ausencia de agua en el subsuelo, la salinidad y la existencia de abundantes nitratos.
Toda esta combinación -si uno es enterrado allí- da como fruto una preciosa, hierática y desencajada momia. Eso si, conservando solamente la piel, los huesos, el pelo, las uñas y en su caso, la dentadura. Y sin vendas que oculten nuestras apolíneas facciones.
Un auténtico pasaporte a la eternidad.
Si desean ver más, aqui les dejo con un espeluznante set del Flickr y aquí un clásico para revisitar en una noche tan especial como la de hoy.
Felices pesadillas.
*No paguen la entrada, es una tomadura de pelo al más burdo estilo de feria ambulante.
Estar en la preciosa y colorista ciudad de Guanajuato y no darse un garbeo por su macabro museo, es, para los freaks, como ir a París y no honrar la tumba de Jim Morrison. Por poner un ejemplo.
Llegar al Museo de las Momias es relativamente fácil: Esperas en la plaza principal un Pesero (Bus) que lleve el cartelito de "Momias". Veinte minutos de empinados cerros y ya estás en la explanada del museo-tanatorio.
La entrada es cara (60 pesos) si la comparamos con el resto de museos mexicanos y con la calidad/cantidad que estos ofrecen.
Y encima el anexo Salón del Culto a la Muerte* no está incluido en el precio. Pagas aparte. Y para más inri, el carnet falso de crítico de arte que siempre me saca de apuros, dejó anodinamente impertérrito al güey de la taquilla.
Al final de un largo pasillo, en una estancia previa, una exposición fotográfica explica la tradición de retratar a los niños muertos en un afán de eternizar su breve paso por el mundo. Terrible.
Lo que encontramos dentro, son una serie de galerías y pequeñas salas, mal iluminadas y peor ventiladas, en las que se exhiben las vitrinas con las momias.
Polvorientas y ajadas, se muestran al público con la intención de aterrorizarle, de mostrar el horror y la agonia de la muerte. Y a la vez exhibirla cruda (en este caso tendríamos que decir "en conserva") y real. Transmitiendo un claro mensaje: "Ahora te ves bien, pero mira como acabarás". Como la muerte misma.
Los resabiados guías (insistentes en el hecho de que ellos no reciben ningún sueldo por su divulgadora labor y solo viven de las amables contribuciones de los turistas), conocedores del percal, cuentan escabrosas e inverosímiles historias de como fenecieron los estáticos protagonistas de la exposición permanente.
La explicación a este extraño fenomeno de momificación natural reside en la composición del rojizo y árido terreno, la ausencia de agua en el subsuelo, la salinidad y la existencia de abundantes nitratos.
Toda esta combinación -si uno es enterrado allí- da como fruto una preciosa, hierática y desencajada momia. Eso si, conservando solamente la piel, los huesos, el pelo, las uñas y en su caso, la dentadura. Y sin vendas que oculten nuestras apolíneas facciones.
Un auténtico pasaporte a la eternidad.
Si desean ver más, aqui les dejo con un espeluznante set del Flickr y aquí un clásico para revisitar en una noche tan especial como la de hoy.
Felices pesadillas.
*No paguen la entrada, es una tomadura de pelo al más burdo estilo de feria ambulante.