ODIAR A LOS INGALLS

Algunos sentirán nostalgia. Otros arcadas. La gran mayoría, quizás, ni la conocerán. Pero lo que yo sentía con esta serie era pura y llanamente odio. ¿Como podían malgastar la sobremesa del domingo con semejante bazofia? Lo duro era que no podía quedar a esa hora con ninguno de mis amigos ¡porque todos querían verla!
Que patético soportar las desventuras y las tragedias de esta familia de Walnut Grove. Ultraconservadores, beatos a más no poder, pobres pero orgullosos y decididamente estúpidos.
Aguantar sus desdichas y su abnegación se convirtió en el ineludible suplicio semanal de mi infancia (en los setenta solamente había dos canales). Y tenías que pasar por el aro. O La Casa de la Pradera o reposiciones de Novela en el uhf. Ustedes mismos.

Mis peores pesadillas

Nellie Oleson, la adolescente pedorra, pija, malvada y
manipuladora, hija de los ricos del pueblo, que solo por sus
tirabuzones y pololos daban ganas de escupirle a la pantalla.
Aunque bien es cierto que disfrutaba como un enano
con las putadas que les hacía a las hijas de los Ingalls.

Charles Ingalls. El padre del invento. Con todo el cuento
de la bondad y la abnegación fue el único que se forró con toda
esta movida. Recuerden ustedes la infumable y blandorra
"Highway to Heaven".
Además, ¿como se puede ir por la vida con ese jeto y esas chollas?
Si es que dan ganas de hacerse un llavero con él…
O no, mejor un busto de resina pintada de los del chino.

Los Ingalls al completo. Menuda pandilla de patanes inadaptados,
sufridores y destripaterrones. Incapaces de enfrentarse a los
problemas con firmeza y resolución, lo dejaban todo en manos
de la voluntad divina: "Dios proveerá"… y así les fue,
la mayor acabó ciega y casada con un rumano y la pequeña
como juguete sexual de un cacique Chippewa.
Vivir para ver…